Mientras luchaba con ese remolino de sentimientos solo podía llorar, no podía gritar y mucho menos hablar. Su garganta se había convertido en un enorme nudo que le robaba todo el aire. Hace poco tiempo era tan solo un niño y ahora se sentía un hombre, pero uno con el corazón destrozado y vuelto añicos. Meses antes sentía que se las sabía todas, que era invencible y el rey del mundo. Ahora estaba sumido en un hueco que lo mantenía flotando en una perenne caída libre que no terminaba. Afortunadamente para él, su cobardía o el poco de razón que le quedaba le hacÍa volver en si y recuperar la razón.
Recién se acababa de dar cuenta que estaba enamorado y no era correspondido. Ella era una mujer muy hermosa, de una piel impecablemente lozana, tersa y de un color durazno que provocaba acariciar. Desde el primer momento que la conoció, fue muy atenta y agradable con él y con su padre. Se le veía tan segura que no podía quitarle los ojos de encima. Su esencia impregnada toda las áreas del salón donde se encontraban y su presencia se notaba en todo cuanto había en esa casa. El estaba completamente atontado y no podía dejar de mirarla, por eso pensó que estaba halagada con su atención y eso le impedía darse cuenta que había causado exactamente el mismo efecto en su Padre.
Hoy se entero que su gran amor y su padre se habían hecho amantes. Por un lado se sentía traicionado por el hombre que mas admira y por el otro golpeado por sentir inalcanzable a la mujer de sus sueños. No sabía como manejar esa situación, le hubiese gustado dar un salto con garrocha hasta el momento en todo su dolor se hubiese pasado pero su corazón no desaceleraba y no podía parar la carrera que mantenía en su pecho. Luego de mucho tiempo pudo entender que esa vivencia le había permitido activar su sensibilidad y era el detonante que lo ayudó en convertirse en el exitoso escritor que sería veinte años después.